Autor: Rafa Ortiz Oliva
11 años
Valencia
Érase una vez, hace mucho tiempo, un brujo que se llamaba Mario. A Mario no le gustaba nada el Rey que gobernaba en su pueblo, conocido por todos como Rey XIX, por eso siempre estaba quejándose de él.
Un día, el brujo Mario tomó una decisión, iba a encantar el castillo del Rey. Pero antes de que lo hiciera, corrió el rumor por el pueblo, y sus habitantes sacaron las hachas para defender el castillo.
El brujo, al verlos, les dijo: —¡Sólo era una broma! No voy a hacerle nada al castillo.
Los habitantes del pueblo le creyeron, aunque el brujo Mario seguía quejándose del Rey XIX. Los niños del pueblo, cansados de escuchar sus quejas, le pusieron de mote «el brujo quejica» y, cada vez que el brujo pasaba por Versallez, que era el pueblo donde vivían, los niños gritaban: —¡que viene el brujo quejica!— Al brujo Mario no le gustaba nada que le llamaran así, por eso hizo un esfuerzo por conocer al Rey. Al final, se hicieron amigos y los niños dejaron de llamarle «el brujo quejica». Su amigo, el Rey XIX, le nombró mago y, desde ese momento, todo el mundo empezó a llamarlo Mario, «el mago de Versallez».