Estimados niños y niñas del mundo,
Soy Cebra, una abeja doméstica. Como veis mis padres no fueron muy creativos al elegir mi nombre, pues eligieron Cebra por las rayas negras de mi cuerpo.
Vivo en una colmena, no os diré dónde por si esta carta me hace muy famoso y venís a buscarme, sólo os diré que no vivo en la Antártida, de hecho ninguna abeja lo hizo jamás. Sé que vosotros vivís en casa únicamente con vuestras familias, sin embargo, nosotras las abejas vivimos todas juntas debido a que somos un insecto social.
Nací en primavera de un huevo que la abeja reina depositó pero no soy rey ni príncipe, de hecho soy todo lo contrario; soy una abeja zángano, no porque yo lo eligiera sino porque el huevo del que nací no fue fecundado.
Durante el día no hago absolutamente nada, sólo observar cómo trabajan las abejas obreras, ellas se encargan del buen funcionamiento de la colmena y de traer comida a casa. Visto así parece que mi vida sea mejor que la de las obreras pues no trabajo, me alimentan y, además, mi función esencial es la de fecundar a la reina. ¿Es envidiable, verdad? Pues no… no lo es… y ese es uno de los motivos por los que os escribo esta carta.
Un día vi bailar a las obreras y comencé a imitarlas pues me pareció muy divertido. Mi abuela, al verme, enfureció -¡bailar no es cosa de un zángano! —me dijo. Entonces, me explicó que las abejas obreras bailan para indicar al resto de obreras dónde se encuentran los alimentos pero en mi caso, no está permitido bailar porque yo no formo parte de ese trabajo. Además, me contó un secreto que nunca se puede contar a un zángano -una vez cumplas tu misión reproductora, morirás o serás expulsado de la colmena por las obreras. Para ellas eres un fastidio, una boca inútil que deben alimentar —me dijo. ¿Qué destino más triste, verdad? por eso justamente os escribo… No tengo aguijón, no puedo protegerme así que, por favor, cuando me veáis volar solo porque ya me han abandonado, no me ataquéis, yo nunca lo haría. Igualmente, a pesar de que ellas no se porten del todo bien conmigo, aprovecho para pedir respeto para todas las abejas del mundo. No las ataquéis tampoco, aunque ellas sí tengan aguijón porque ellas jamás os atacarían sin motivo. Nunca empezarían una pelea, sólo se defienden.
¿Creéis que no sé lo duros que sois los humanos? Sé lo que os cuesta respetar a los demás pero creo que el motivo es vuestra ignorancia. ¿Sabéis lo importantes que son mis hermanas las obreras para vosotros? Les debéis gran parte de la tranquilidad que respiráis y muchos de los alimentos de los que disfrutáis, de hecho son esenciales para vuestra supervivencia. ¿Os estáis preguntando por qué? ¡Pues porque su cuerpo tiene una característica sorprendente! ¿Sabéis lo que es un imán de esos que se pegan a la nevera sin caerse? El cuerpo de las abejas tiene una propiedad que hace el efecto de un imán lo cual ayuda a que el polen se pegue a su cuerpo. De esta manera, transportan el polen de unas flores a otras ayudando a la reproducción de las flores, las cuales fabrican frutos de los que vosotros, los humanos, os alimentáis.
Hace tiempo que escucho cómo las obreras se quejan al volver a la colmena, parece que ya no respetáis el medio ambiente pues utilizáis tratamientos químicos con efectos negativos sobre los cultivos frutales y, además, estáis dejando de cultivar alfalfa y trébol, plantas que producen néctar, uno de nuestros alimentos favoritos además del polen. Ése es el motivo definitivo por el que me dirijo a vosotros. Sois el futuro, por favor, intentar transmitir mi mensaje al resto de humanos:
Respetar a las abejas, no contaminéis los cultivos, dejarlas hacer su trabajo para que la supervivencia, y con ella el mundo, siga su curso.
Gracias por vuestra comprensión.
Cebra.
Abeja zángano.
Que bonito el cuento sin embargo tengo miedo a las abejas pero de hecho me ha gustado mucho no,muchísimo
Gracias por tu comentario Virtu, me alegro de que te haya gustado a pesar de tu miedo :) ¡Recuerda que si es zángano no tiene aguijón! ;)